jueves, 3 de abril de 2008

“A ti clamamos los desterrados hijos de Eva”

Una fotografía de la madre, de la abuela; el recuerdo de la tierra en que nacimos, el cual se fragmenta en voces, en imágenes, en recuerdos, en nostalgias, que corren a través de la ventana de un tren que los aleja de su madre. Campo Santo de Sonia Pastecchia (2007), es un documental formado de entrevistas a emigrantes que cuentan las crónicas de sus viajes. Cada uno de los que hablan pertenece a una cultura diferente: Argentina, Albania, Macedonia, Bélgica, Ecuador. Todos ellos tan diversos en sus particularidades, confluyen en Italia. Abandonaron sus países en busca de algo más, oportunidades, sueños, libertad. Los motivos de cada uno pueden ser tan diversos como ellos mismo. Y debo decir sin embargo que todos en sus relatos recurren a un arquetipo que los une, que los identifica, en fin, que los hace humanos. Es la madre presente en sus recuerdos, es la tierra de donde nacen. Es la imagen de la Virgen María y su niño. La madre, como la tierra, da abrigo y seguridad, alimento y paz. Para el que migra, no hay aquello, pues esa feminidad añorada es un recuerdo y como tal se fragmenta en sus mentes. Se borra despacio pero sin desaparecer. Todos los entrevistados por Pastecchia mencionan a sus madres. Lo que más duele dejar es el origen, del que vinimos, son las raíces que en un país distinto, se quiebran hasta convertirse en nostalgia. Las primeras escenas del filme nos muestran esa fragmentación de voces y caras que pasan tan frágiles como hojas que vuelan en el viento. El espectador cuando piensa que las ha captado, pierde su sentido. Son sueños mal recordados, reconstruidos mil veces. Como individuos se forman de los pedazos de lo que fueron y de lo que son.
Muchos de ellos viajaron a un país extraño por dinero, por trabajo, y mandan lo que ganan a sus familias para que construyan una casa. La cámara recorre sus hogares actuales, vacíos, oscuros, laberínticos pues ésas no son sus moradas. Sus hogares están lejos, donde está el calor de la gente, donde se va a construir su casa verdadera que es la esperanza de edificar su origen en la tierra que los espera sólo a algunos. Se torna paradójico el sueño de tener un hogar donde ya no están. Es el calor del hogar que está condenado a ser lejano y extraño, aunque siempre conserve ese placer que tienen los niños al refugiarse en los brazos de su madre.
¿Qué es una fotografía?, ¿qué es la fotografía de una madre a la cual no acompañaste a morir?, ¿qué es un fotografía vieja que se destiñe por los años? Las fotografías no son más que imágenes del pasado, pero no son las personas; y estas imágenes son susceptibles al tiempo, al desgaste. Los entrevistados posan para la cámara, para convertirse en fotografías. No se mueven, se les sale una risa. ¿Qué son ellos para la familia que quedó en su patria? Son una foto que se quiebra en la esquina, que se torna amarillenta. Pastecchia logra hacer una analogía perfecta entre el recuerdo y la foto. Al igual que las imágenes, los recuerdos también están expuestos al tiempo y al olvido. Pero de ellos y de su fragmentación queda la esencia humana del arquetipo. Queda la madre y la tierra como nostalgia entre lágrimas y sonrisas.
Ahora, una mujer recorre un campo santo. Busca a sus muertos, a sus amigos. No visita a algunos porque ya no importan, ya son una foto tan vieja que los rostros son manchas de moho. El cementerio se transforma en símbolo del origen. Ella dice que la entierren ahí con una tranquilidad parecida a la de un niño que encuentra a su madre después de haberse extraviado.

2 comentarios:

Marcelo Valladares dijo...

yaaaa..listo. Solo le faltaba un buen titulo. Ahora si esta completo el laburo.

JFM dijo...

Hermoso artículo... no hay más palabras.